05 octubre 2013

EL FINAL DEL VERANO


El regreso de vacaciones suele ser triste para muchos porque representa el final del buen tiempo, de los días largos con luz, el tapeo en las terrazas, los baños en la playa y en la piscina, en definitiva supone el regreso a la rutina diaria más sobria y programada. 

Cada año al aproximarse el final del verano las playas comienzan a verse casi desiertas ya que en general Septiembre no se asocia con un mes para bañarse o tomar el sol. Sin embargo para mí es el mejor momento del año para poder disfrutar de las playas en todos su esplendor, porque las sensaciones experimentadas un día de playa en dicho mes cambian por completo e incluso son sensaciones agradables para aquellos que no les gusta broncearse en pleno verano. 

Por un lado el agua del mar se encuentra a una temperatura alrededor de 24ºC por lo que zambullirse en el agua impresiona mucho menos sobre todo para los bañistas friolero/as como yo. Además se puede disfrutar con toda tranquilidad del sonido de las olas del mar que se convierte en un hilo musical que te acompaña durante horas, sin necesidad de buscar una cala o playa apartada que no esté repleta de bañistas o llevarte música para no escuchar al vecino de alado. 

Por otra parte, la tierra comienza a alejarse del sol y el mar adquiere una tonalidad plateada pues al encontrarse el astro mucho más bajo y perpendicular, crea un reflejo en el agua de destellos brillantes que ilumina el mar lo que provoca una atmósfera casi mágica. El calor ya no es tan intenso, hay mucho menos peligro de quemarse por lo que casi no es necesario embadurnarse de cremas y también es difícil ver vendedores ambulantes que interrumpan el dulce momento. Y como añadido gaviotas y palomas se aproximan a la playa sin aprensión para buscar algún resto de comida de algún bañista lo que hace sentirte más cerca de la naturaleza. 

Mi recomendación

Déjate un par de días de vacaciones de verano para hacerlos entre semana durante el mes de Septiembre y acude a tu playa habitual para disfrutarla de manera relajada, apacible y casi espiritual. 


 “Eramos yo y el mar. Y el mar estaba solo y solo yo. Uno de los dos faltaba”
(Antonio Pochia)

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