Cuando te subes a un avión y sobrevuelas el mundo desde las alturas es cuando realmente te das cuenta de lo insignificante que eres.
Desde el cielo los problemas se desvanecen como las nubes y es entonces cuando nos sentimos pequeños, porque somos como motas de polvo, minúsculos, insignificantes, volátiles y vulnerables aunque muchas veces nos creamos fuertes e importantes.
La misma sensación se experimenta cuando estás en medio de la nada, lejos, muy muy lejos de la civilización y de tu hogar. Por ejemplo en mitad del desierto o en medio de un gran lago u océano, es entonces cuando tienes la impresión de sentirse en “El culo del mundo” (en inglés se podría decir Back of Beyond).
Desde el cielo los problemas se desvanecen como las nubes y es entonces cuando nos sentimos pequeños, porque somos como motas de polvo, minúsculos, insignificantes, volátiles y vulnerables aunque muchas veces nos creamos fuertes e importantes.
La misma sensación se experimenta cuando estás en medio de la nada, lejos, muy muy lejos de la civilización y de tu hogar. Por ejemplo en mitad del desierto o en medio de un gran lago u océano, es entonces cuando tienes la impresión de sentirse en “El culo del mundo” (en inglés se podría decir Back of Beyond).
Recuerdo una anécdota en un viaje a Cuba, cuando una vez allí nos encontramos con el huracán Wilma, atrapado durante 72 horas por dos anticiclones en la zona del Yucatán (Méjico). Nuestro viaje estuvo centrado en la trayectoria del “siclón” (como le llaman allí los cubanos) y todos nuestros planes fueron cambiados por fuerza mayor.
La mañana que esperábamos en la habitación para ser evacuados, matábamos el tiempo viendo la televisión y sintonizamos entonces la cadena española. Allí estaban ellos discutiendo como siempre, D.Rajoy y D.Zapatero hablando de los mimos temas, desacreditándose entre ellos, haciendo una vez más “política” o “comedia” (¡para mí es lo mismo!). Y realmente nos dimos cuenta en ese momento que ante un problema verdadero como el que estábamos viviendo, es entonces cuando los problemas cotidianos acaban siendo absurdos.
Y es que cuántas veces deberíamos subirnos a un avión, a la cumbre de una montaña o a un enorme rascacielos para tomar conciencia y cambiar la visión de nuestras vidas y problemas para ver el mundo con otra perspectiva, con una visión de totalidad y esplendor.
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