03 febrero 2013

EL MUNDO


Cuando el viajero lleva a sus espaldas miles de kilómetros recorridos por todo el mundo su apreciación de las dimensiones del mismo cambian por completo y esa nueva conciencia que va adquiriendo se refiere no sólo a las distancias sino también a la diversidad de paisajes, culturas y comportamientos que va experimentando.

Recuerdo la vez que visité el glaciar del Pastoruri en Perú ya que en su visita pude apreciar muy de cerca el cambio climático al que estamos sometiendo nuestro planeta, pues esa glacera de 125.000 años de vida desaparecerá dentro de un siglo porque cada año se descongela un kilómetro de hielo. Tiempo atrás aún se podían visitar el interior de las cuevas de hielo que formaban el glaciar pero hoy en día han desaparecido. Esa experiencia me hizo sensibilizarme aún más con el hecho que aunque vivamos en un trozo de tierra lejano, nuestro comportamiento y nuestra forma de vida influye en todo el mundo mucho más de lo que somos conscientes.

O la primera vez que visité oriente hace ya unos cuantos años pues cambió en mí la apreciación de las diferentes razas y empecé a ver mucho más allá de unos rasgos, un color, una lengua y entender el porqué de un comportamiento cultural, las diferencias de pensamientos, gustos y necesidades que están fuertemente arraigados al origen de un país.  

Muchas veces no somos conscientes que el que existan grandes diferencias culturales en nuestro planeta, climáticas, paisajísticas, culinarias y un largo etcétera entre oriente y occidente o norte y sur en nuestro mundo, son esa diversidad precisamente un enorme tesoro para todos nosotros, sin embargo las grandes diferencias que deberían ser una fuente de riqueza y crecimiento para el hombre, muchas veces nos deja indiferentes y muchas otras nos separa e incluso nos enfrenta.

Para una persona que no ha salido nunca de su país o si lo ha hecho y ha viajado muy poco es muy difícil que sienta o haya interiorizado al mundo como un "todo" y ese deconocimiento le hace pensar tantas veces que vive en el ombligo del mundo. Por ello invito a todo aquel que pueda viajar a enriquecerse de cada experiencia y concienciar a todo el que no pueda hacerlo, porque estoy convencida que si TODO ser humano tuviera desarrollada esa conciencia de MUNDO recuperaríamos el respeto y los valores que hoy en día se han perdido y que muchos anhelamos, porque viajar te enseña a ser más tolentante, respetuoso, en definitiva a ser mejor persona.

"Si no podemos poner fin a nuestras diferencias, contribuyamos a que el mundo sea un lugar apto para ellas" (John F. Kennedy)

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